Gárgolas insomnes

Junio 30 de 2004

Entre ocio y vicio construyo pirámides con tapones de corcho y las destruyo cuando quiero sacar un libro. Por más vino que bebo, sigo sintiéndome un vampiro en ayunas. ¿Cómo saciar esta sed de sangre que, a falta de sueño, llega cada vez menos al cerebro? Antes de quedar parapléjico, apopléjico o simplemente pendejo, debo ser un asesino sanguinario y salir a las calles a matar matones, secuestrar secuestradores, violar violadores (para eso necesito un suplente) y robar lo robado. Quizás algún día alguien organice una multitudinaria marcha en agradecimiento; quizás las niñas bien que viven en Polanco, estudian en la Ibero y tienen un aretito en el ombligo. Quizás hasta reciba una carta de Anne Rice pidiéndome una cruda descripción del ambiente masoquista que, por curiosidad antropológica o franca morbosidad, conocemos muchos en esta ciudad desesperada. Quizás Violencia Tarantino escriba después el epitafio de Iván Insomnio... con faltas de ortografía, por supuesto.

PD. Cualquier parecido entre mi texto sobre la marcha contra la delincuencia y el artículo de Carlos Montemayor, publicado ayer en La Jornada, no es casualidad, sino coincidencia.

[] Iván Rincón 06:45 AM

Junio 29 de 2004

Desde que, buscando a mis musas, perdí también el tiempo entre las sombras de un dédalo de calles desoladas y sucias, al caer la noche, su peso me sofoca. Sin más inspiración que la locura y el paso de las horas por mi rostro para vertirlo y convertirlo en una máscara de piedra, no cejo en el empeño de escribir algo, digamos un cuento, acaso un relato, quizás un poema... pero todo es inútil.

Un violín se ha sumado al chelo y el piano de la madrugada. Emma Thomas duerme, como siempre, sin más perturbación ni alteración de su descanso que un duende que acabo de meter a la intimidad de sus sueños.

[] Iván Rincón 07:47 AM

Junio 28 de 2004

¿Manifestarnos contra la delincuencia? ¡De acuerdo! Como las escaleras se barren de arriba abajo, empecemos con el Fobaproa, el Pemexgate, Amigos de Fox, Vamos México y los contratos de servicios múltiples. Que no haya impunidad para la delincuencia de cuello blanco, porque es la peor de todas. La delincuencia "común" es efecto de las políticas que aplican los delincuentes en el poder; estos son más ilegales que los braceros y nos roban más que los asaltantes de a pie.

¿Marchar contra la inseguridad? ¡Bien! La inseguridad pública empieza con la bestialidad en Ciudad Juárez. La inseguridad social está en la disminución de los derechos laborales y de salud. ¿Contra qué inseguridad marchamos? ¿La inseguridad de que alguien realmente nos gobierna?

¿Movilizarnos contra el secuestro? ¡Perfecto! Que sea contra el secuestro de este país por el salinismo con sotana, para dejar de pagar el rescate y enviar a los secuestradores a la cárcel. Que sea contra el intento de secuestrar hasta nuestra memoria histórica.

Marchemos, pues.

[] Iván Rincón 12:58 AM

Junio 26 de 2004

La lluvia es melancólica, íntima, romántica, inspiradora de cartas, poemas y canciones, pero siempre detrás de la ventana. Bajo su caída, en su precipicio, no es más que un infierno apagado (mejor un infierno encendido). Cuando amaina la tormenta en estas noches de cambio climático, clima invertido, pervertido y depravado, casi de madrugada, una gárgola vomita el agua negada por el inquilino insomne y los gatos noctámbulos, el agua anegada por nubes incontinentes en las azoteas. Las gárgolas vomitan sobre la soledad de las banquetas y uno que otro caminante nocturno, explorador urbano, solitario (que no es lo mismo que solo), probablemente beodo, evidentemente torpe, quizás muy despistado, desprevenido, quizás muy solo (que no es lo mismo que solitario), y además deprimido, cansado, mojado... La "precipitación pluvial", como dicen algunos periodistas mamones, mantiene despiertas a las gárgolas, que no hacen distinciones entre buenos y malos, unos y otros, ni perdonan a nadie. Las gárgolas saben que, ni de noche, los gatos son pardos, pero hay que tratarlos como tales.

[] Iván Rincón 04:06 PM

Junio 25 de 2004

La botella de vino que me regalaron es una maravilla; por más que bebo de ella no se termina. Pero alrededor de las once de la noche comenzó a temblar, y un problema técnico me hizo perder los primeros textos que escribí este mes para el blog. ¿Escribo para el blog o el blog es para lo que escribo? Pregunta existencial, profundamente filosófica, que será motivo de reflexión insomne durante las próximas noches. Tengo que consultar a Carlos Oliva. Los sicólogos me inspiran una gran desconfianza. Parece que están medio locos. Lo cierto es que me ha dado por escribir incoherencias. Escribí que, desde los 21 años de edad, hace 18 (antes viví once meses solo y caí en la cárcel), me relaciono con mujeres de 23, y resulta que es una indiscreta verdad. ¡Ah! Pero esto de comer diariamente dos dientes de ajo es una experiencia intensa, aunque ya me dijeron que olerme también es una experiencia intensa. Además, para no quedarme atrás en la competencia de las frases geniales en los blogs, he pensado: "este post es una postdata posterior al post anterior". También recordé el mejor mensaje que he recibido por correo electrónico. Dice: "Cómo, cómo, cómo, cómo. Ahora sí no te entendí nada, nada, nada, nada. Ivanrín, rin, rin" (la autora de esta joya es locutora de Radio Educación). Y ahora sí ya me voy. "Los dejo con la danza, el canto y la cultura". Todavía no termino de leer, una vez más, La invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares. ¡Qué vergüenza!. Son las doce de la noche, y no deja de temblar. ¿Será por mi coraje? Mañana escribiré sobre el sismo que sufrí hace ocho años en Chiapas. Es un pasaje trepidatorio. Y la botella de vino que me regalaron no se acaba, no tiene fin.

[] Iván Rincón 12:14 AM

Junio 24 de 2004

Después del texto amargo que publiqué ayer, como la vida es bastante cruel, cené pizza de anchoas con vino uruguayo en un restaurante burgués. Recordé que, además de cumplir años, la gente contrae matrimonios y enfermedades, nada más. Mi papá comenzó a pintar. En realidad, lo hizo hace muchos años y sólo mi mamá se atrevió a enmarcar y exhibir en la pared de su departamento aquellos pininos (conste que no dije vergüenzas). Nuestro viejo amigo Juan Latapí (conste que no dije amigo viejo) también pinta. Hace muchos años, nos invitó a su cabaña tlaxcalteca, rodeada de bosque. Sobre un atril, por llamarlo así, tenía un cuadro inconcluso, apenas empezado. A mi papá se le hizo fácil tomar el pincel y la paleta para agregarle formas y colores. Juan Latapí, que es muy generoso (me consta y tengo mucho qué agradecerle), había dejado ahí la pintura para eso. "No hay problema, Valentín", le dijo a mi papá. "Yo agregaré desde ahora ocurrencias mías a las letras de tus canciones". Y la pizza estuvo deliciosa, quizás demasiado condimentada, incluso con la mirada de una muchacha morena, muy hermosa, por el espejo de la pared. Pero el vino uruguayo no es mejor que el chileno, creo.

[] Iván Rincón 11:05 AM

Junio 23 de 2004

Esto de festejar un año más de haber nacido, siempre me ha parecido absurdo, por no decir estúpido. ¿Qué festejamos? ¿El paso del tiempo a través del cuerpo y la mente? ¿Seguir vivos en un mundo asqueroso? ¿Nuestra acumulación de miserias? ¿El deterioro y la pérdida? Quizás este rito sea más bien ocasión de rebelarnos contra todos, empezando por nosotros mismos. ¿Cumplir años? El cumplimiento se aplica principalmente a las obligaciones, si no mal recuerdo.

En fin, que hoy cumplo 39 años de edad.

[] Iván Rincón 05:49 PM

Junio 22 de 2004

En su brevísimo relato La flauta mágica, Eduardo Galeano dice que el afilador "hacía girar la rueda del esmeril, que arrancaba una lluvia de chispas a las hojas de cuchillos, navajas y tijeras. Los chiquilines del barrio, un enjambre de admiradores, éramos el público del espectáculo".

La canción El drapaire (El trapero), de Joan Manuel Serrat, habla de un personaje muy parecido al que aquí conocemos como ropavejero. "Iba siempre tras de ti -dice la traducción del texto- un rebaño de críos. Eras toda una atracción, con tu saco y tu canción"

"Como el organito anunciaba al barquillero, la flauta era el pregón del afilador", escribe Galeano.

El trapero, en cambio, tenía un pregón cantado, bastante explícito. "Soy el trapero", decía. "Compro botellas, papel. Compro trapos viejos, ropa sucia, paraguas y muebles usados", según la canción de Serrat.

"Los vecinos decían que si uno estaba pensando en algo y escuchaba el son de esa flauta, cambiaba de opinión en el acto", dice Galeano, con respecto al pregón metafórico del afilador.

"Soy el trapero, cantaban los chavales. ¡Basta ya de fastidiarme! ¿Vuestra madre no os ha dicho que soy el Coco?"

La canción de Serrat (una de las primeras: 1966) es una obra maestra poco conocida, y yo seré uno de los primeros en comprar el libro de Galeano, Bocas del tiempo.

Creo que Galeano debería tener un blog llamado Ventanas del tiempo en donde pudiéramos leer tres o cuatro veces a la semana los relatos que siguen a Bocas del tiempo.

Ahora hay que escribir sobre el panadero que llevaba su inmensa canasta en bicicleta sobre la cabeza, y el que vende camotes, anunciándolos con un silbato que parece turbina de barco.

El organito del barquillero sigue sonando en la memoria de quienes les debemos a los pregoneros, por lo menos, un relato breve, como los de Galeano y Serrat.

[] Iván Rincón 11:12 PM

Junio 21 de 2004

Hace unos años se presentó Eraclio Zepeda en Radio Educación. Lo entrevistó María Eugenia Pulido y le dio trato de escritor y amigo. El hecho me indignó profundamente, pero toleré su plática un rato, como el masoquista que soy, hasta que no pude contener el impulso de llamar por teléfono. "Quiero preguntar al invitado -decía el mensaje- si su papel en el financiamiento y la formación de las bandas paramilitares en la zona norte de Chiapas y su responsabilidad de la represión a los movimientos campesinos en todo el estado y su traición al PRD y al pueblo que apoyó a Amado Avendaño... quiero preguntarle si todo eso le servirá ahora como escritor". Esperé a que respondiera y en ese momento desapareció la señal. Pensé que nos habíamos quedado sin luz, como se dice coloquialmente, pero no. Radio Educación había dejado de transmitir. Unos cinco minutos después (quizás los únicos en la historia de esta emisora) volvió la señal. Con una risa neurótica, la locutora explicó que había temblado y, como es una gran entrevistadora, le dijo a Eraclio Zepeda que "hay gante por ahí que dice que tuviste algo qué ver con represión y cosas de esas, pero no, ¿verdad? Para nada, ¿verdad?" No, claro que no. Y entonces siguieron hablando de literatura y amistad.

¡Suerte de perro! ¿Por qué no tembló más fuerte?

[] Iván Rincón 7:55 PM

Junio 20 de 2004

Casi al término del más reciente concierto maratónico frente a la embajada gringa, se me acercó un reportero muy joven, demasiado verde, y me pidió literalmente "cinco palabras para Radio Universidad". Mi agotamiento físico no toleraba más impertinencias. "¿Es lo menos?", le pregunté, y el rostro del periodista en ciernes expresó gran desconcierto. "Cinco palabras", insistió. Por supuesto asentí, pero el imberbe acercó a mi boca su grabadora digital sin hacer pregunta alguna. "Dos palabras, te debo tres", le dije. Y el pobre no entendió, así que lo intenté de nuevo. "Cinco palabras, estamos a mano".

Ahora que lo pienso, también podía contestarle: "¿Cinco palabras para Radio Universidad? ¡Ahí las tienes!". Ah. Pero no se me ocurrió. Ni modo.

[] Iván Rincón 12:25 AM

Por decreto oficial, queda suprimida la historia. Solo el presente será el pasado en el futuro a partir de ahora. La democracia surge con la elección de Fox. Los griegos nada tienen qué ver. Personajes medievales, como Abascal, son posteriores a la santísima inquisición y al renacimiento (al renacimiento de la santísima inquisición). Por recomendación de Krauze, la educación al respecto se basará en la amnesia. Es más, toda noción de épocas antiguas será borrada de las mentes para dar lugar a recuerdos nuevos, modernos, optimistas y bonitos. Como los "replicantes" de Blade Runner entraron a la pesadilla de Orwell, serán eliminados también (los "replicantes" y Orwell). Desde hoy, la ignorancia deja de existir porque ya no hay nada qué ignorar.

[] Iván Rincón 4:04 AM

PD. Me encanta la idea de Asakhira. Que Vicente Fox evite la tentación de incluir su triunfo electoral en los libros de texto gratuitos y se conforme con muchas calaveritas el día de muertos y quizás algún narcocorrido.

[] Iván Rincón 23.43 PM

Junio 17 de 2004

Una de las películas más entrañables para mí, parte de una metáfora de la memoria y el olvido. Con el paso del tiempo, dice, un cuadro al óleo se decolora y entonces aparece debajo lo que el artista había pintado al principio. Lo que ahora es un camino antes era un árbol; lo que antes era una vaca después será un niño jugando. A este efecto se le llama pentimento. Así comienza el relato de Lillian Hellman, la escritora interpretada por Jane Fonda en Julia, de Fred Zinnemann.

Cuando la expresión creativa trasciende, siempre será interesante cómo intentó ser antes del arrepentimiento. Sobre los caminos de la creación en este sentido habla Edgar Allan Peo en el prólogo a su poema El Cuervo. Hay escritores con demasiado pudor como para permitir que su público se entere de las correcciones que tuvieron que hacer al texto antes de darlo a conocer.

Los dos finales que escribió Juan Rulfo para Pedro Páramo, por ejemplo, y los cambios a varios de sus párrafos, importan en la medida que se trata de una gran obra.

También algunos clásicos del cine tienen dos finales, como Los olvidados y Viridiana, ambos de Luis Buñuel. En el segundo caso, el autor cambió el final para sortear con una burla genial a la censura franquista. Y Viridiana llegó a ser considerada como una de las tres mejores películas del cine universal...

Mi decálogo personal, en cambio, empieza con Julia y no incluye ninguna cinta de Buñuel.

[] Iván Rincón 1:17 AM

Junio 14 de 2004

Terminado por fin el mural de Gustavo Chávez en Toluca, estado de México, habrá que pintar en Chiapas, a partir de julio, las escuelas y, de paso, los árboles y las nubes, nada menos que del color de la tierra, o sea, de todos los colores. Así proyecta su agenda el propio artista en un mensaje personal. ¡Felicidades! Ya nos encontraremos en Toluca para mirar y admirar ese mural y festejarlo. Después nos veremos en Chiapas, una vez terminado el trabajo siguiente.

Recuerdo las coincidencias que, desde hace quince años, hemos tenido en Juchitán, Oaxaca, donde a Gustavo le dicen "el chilango". Curiosamente, la primera vez que nos vimos en la Ciudad de México fue durante una manifestación de protesta frente a la embajada gringa, y la ocasión más reciente, también. La primera vez se trataba del bombardeo y la invasión a Panamá. La más reciente se trató del primer año de la ocupación de Irak. Como siempre, se trata del demiurgo de la destrucción, la bestia del genocidio y la barbarie, la locura criminal, lo que personificó muy bien en su momento el crápula muerto (Benedetti dixit) y que ahora encarna mejor que nadie un demente rodeado de su gran mafia. Como siempre.

También coincidimos en la solidaridad con Nicaragua, en el impulso a la primera radio libre...

En fin. Hoy brindo por el hecho de que Gustavo Chávez sigue como siempre la línea que nos llevó a converger hace quince años en Juchitán.

¡Puta! ¡Cómo pasa el tiempo! ¿Y ahora? ¿De qué color lo pintamos? ¿Lo dejamos así, desteñido? ¿Lo maquillamos para disimular su ancianidad? Quizás el tiempo y la amistad van de la mano y tienen el mismo color, a saber, el de la tierra.

[] Iván Rincón 7:56 AM

Junio 8 de 2004

El mequetrefe y el prángana

"¿Quién es Gregorio Samsa?", preguntó el mequetrefe intempestivamente, apoyado en la barra del bar, una vez que los músicos se retiraron. Pero la respuesta de los últimos clientes fue la indiferencia fingida, como siempre. Los empleados, en cambio, compartían la sorna que les permitía la discreción. "Se fue en cuanto llegaste", le dijo el mesero que limpiaba la mesa más concurrida horas antes. "¿Y no te dejó un recado para mí?", preguntó de nuevo el mequetrefe, como si el alcohol no mermara su agilidad mental y, por el contrario, pusiera en duda quién se burlaba de quién. "Este pobre pendejo no ha de saber siquiera quién es Kafka", pensó el mequetrefe.

Algunos parroquianos lo observaban a distancia; lo conocían y respetaban, pero también se abstenían de tratar con él cuando alcanzaba un nivel de embriaguez como ese, porque entonces se volvía despectivo, humillante, hiriente, ofensivo; era el espíritu chocarrero de todas las fiestas y noches de juerga en esta pequeña ciudad. "¿Quién teme a Virginia Wolf?", preguntaba altisonante. Y los meseros reprimían sus deseos de sacarlo arrastrando o echarlo a patadas y empellones del bar, porque sabían que, a pesar de la distancia, los demás clientes se dejaban contaminar con simpatía por su irreverencia, su antisolemnidad, su rebeldía contra los cánones establecidos y convencionalismos estúpidos.

Sintiéndose aislado, el mequetrefe declamaba poemas suyos y de otros, como aprovechando el último aire de inspiración que le quedaba. "Tiempo de niños", dijo esta vez, y los demás esperaron tímidamente la continuación de su impredecible soliloquio, pero el poeta beodo, al parecer consciente del límite al que había llegado, guardó silencio por fin.

El intenso frío de la madrugada campeaba por las calles desoladas; las ráfagas de viento húmedo hacían volar la basura de plástico y papel. Había luna llena (como en todo relato que se respete). Y el mequetrefe caminaba cabisbajo, con las manos en los bolsillos, pensando en la muchacha que nunca dejó de mirarlo; aquella preciosa imagen, apenas iluminada por una veladora. Así quería recordarla, como algo intangible, inasible, etéreo.

¿Quién de todos esos seres, más o menos mediocres, absolutamente gregarios y, desde luego, pedestres y cobardes, era mínimamente capaz de comprenderlo? "Cuando nadie se atreve a romper las reglas del juego es preferible la soledad", pensaba. "Y de aquí a otro bar".

El mequetrefe encaminó sus pasos hacia el único antro cercano que debía de estar abierto, pero en el camino se cruzó con el más repulsivo de sus conocidos, que venía de regreso y trató de prolongar una plática insulsa y vacía; le declamó poemas ejanos y al final le pidió, como era de esperar, la invitación de un trago. Pero el mequetrefe lo envió olímpicamente al carajo. De por sí no quedaba suficiente dinero en su bolsillo como para pagarse la continuación de la correría, pero en el tugurio al que iba le daban crédito, o le invitaban un trago con la condición de que, una vez terminado, se fuera. En esos casos, el mequetrefe se tardaba dos horas para bebérselo, pues rellenaba el baso con lo que dejaban o le invitaban otros clientes.

El prángana siguió al mequetrefe unos metros atrás, tambaleándose, pero en la puerta del antro, el mequetrefe dijo: "ese tipo no viene conmigo y, es más, no sé ni siquiera dónde estudió"; entonces entró riéndose, mientras al prángana le negaban la entrada. "Tú no pasas, pinche güey. ¿Traes dinero? ¡A verlo, quiero verlo!". Y cuando el prángana comenzó a balbucir, un empellón lo tiró de bruces al suelo. "¡Sácate a la chingada, pendejo! ¡Si te vuelvo a ver por aquí, te parto la madre!".

Cuanto más avanzada estaba la borrachera colectiva, mucho más festejadas eran las ocurrencias del mequetrefe. "¿Qué sería de la revolución sin poesía?, ¿qué será de mi vida sin ti?", le dijo a la más bella mujer que se encontraba en ese lupanar. Ella acarició su cabello y le dio un beso en la mejilla. "Sobrevivirás".

La noche fue larga, memorable; la fiesta, apoteósica, desaforada. Y el mequetrefe hizo crecer sus deudas con el dueño del lugar, a pesar de la abundante cantidad de bebida que le invitaron. Con las manos en los bolsillos, caminó cabisbajo hacia el paradero de taxis, pensando en la hermosa jóven que le había plantado un beso en la mejilla sudada. "Sobrevivirás". Y la palabra retumbaba en su mente solitaria como un eco interminable.

El frío de la madrugada seguía siendo el frío de la madrugada, pero algunas personas salían ya, recién bañadas, para dirigirse al trabajo, y el cielo sin estrellas comenzaba a perder su oscuridad.

Más que los peores congales, los de más mala fama, si alguien mantenía su negocio en pie toda la noche era el vendedor de hot dogs & hamburguesas. En la esquina donde invariablemente se encontraba estacionado su carrito, el susodicho recibió al mequetrefe con un saludo ruidoso, y éste pidió, como siempre, "uno de cada uno y su refresco". Entonces escuchó de espaldas aquella conocida y desagradable voz. "¿Me invitas uno?". El mequetrefe confirmó que se trataba del prángana y, desde luego, lo envió al carajo. "¿Otra vez tú? ¡Ya trabaja, cabrón! Por lo menos, aprende a robar". Y el prángana se le acercó desprendiendo su acumulado tufo etílico. "Sabía que me ibas a salir con eso y yo te guardaba esto". Un picahielos penetró de súbito el abdómen del mequetrefe y después su costado, una y otra vez.

El prángana está preso; el mequetrefe, muerto.

Hace unos días, la madre del prángana visitó a su hijo en la cárcel y le dijo: "Tendrás doble condena, porque en el pueblo nadie te perdona, así que, al salir de aquí, si es que sales, deberás irte a vivir a otra parte, y trabajar... a menos que aprendas, por lo menos, a robar".

[] Iván Rincón Espríu